domingo, 7 de junio de 2020

PANDEMIA

Puede que parezca una locura.
Pero todo lo que podía salir mal, salió peor.
Ya no me valieron ni los planes B que tenía.
Podría decir que tengo mala suerte, pero creo que se trata de algo que esta por encima de todo eso.

Fue una Pandemia Mundial.

Tal y como suena. Es de película, y a veces parece cosa de chiste, pero no.
El 9 de marzo la vida se empezó a descontrolar y el 14 nada volvió a ser como pensábamos.
Ya da igual si el MIR salió bien o no, no he cogido plaza aun, ni sabemos a ciencia cierta cuando pasara. Mi preocupación inicial, ahora parece una broma macabra.
Miguel se fue, al mes de empezar, cuando comprendimos que tardaríamos meses en volver a...bueno en llegar mas bien, a la NUEVA NORMALIDAD.
Mucha gente lloriquea, queriendo que vuelva la antigua, pero yo creo que ya volvemos a los mismos patrones destructivos de siempre, pero con 200 infectados nuevos en nuestro país cada día.
A mi, que me quedaban  4 guardias para librarme del hospital, no solo sigo allí metida, si no que debo permanecer todo el verano trabajando...porque no sabemos nada.
Tampoco sabemos si Miguel volverá en septiembre, así que los sueños de vivir juntos, están de nuevo en pausa, tengo el piso, pero no tengo la ilusión, porque no es real, y no puedo permitírmela, así que continuo igual, sin respirar, sin avanzar, sin disfrutar, todo paralizado.

Pero claro, se trata de una pandemia mundial. Ha muerto gente, familias que han quedado destrozadas, después de una agonía y una soledad de días y semanas, y los delitos y negligencias siguen surgiendo de entre las grietas. Todos son culpables, hasta yo, que pensaba que esto no era nada y que nada nos iba a ocurrir.
Me enfadan las cosas, mucho, vivo en ira constante, porque la gente esta olvidado pronto lo que hemos perdido. Lo que hemos sufrido, y llorado. 
Mi miedo diario a llegar del hospital contagiada y poner en peligro a mi madre y sobretodo a mi abuela. 
Estar lejos de Miguel, cuando llegaba cansada de trabajar.
La incertidumbre de mi futuro.
Hubo un tiempo, que cada noche nos aplaudían, a todos los que cada día salíamos a enfrentarnos a lo desconocido, y esperar que no nos hiriera de muerte.
Pero ya hace un tiempo que los aplausos han parado y los reproches han vuelto a nuestra vida. Ni esta pandemia mundial ha conseguido que la gente entienda la necesidad de la sanidad, volvemos a nuestra casilla de salida, a la de trabajadores de segunda, pocos medios y mucha ética, jugando con nuestra moral y nuestro juramento, para que sigamos al pie del cañón aunque otros nos escupan.

La gente habla del daño psicológico después de la pandemia. No se, yo últimamente vivo con miedo. Reviso día tras día, las estadísticas, los números de muertos y contagios, los brotes, los test... es casi un TOC, no puedo dejar de hacerlo, y sufrir fuertemente el resto del día según los resultados. Por que hasta que esto no acabe, mi vida seguirá así, en pausa.
Y duele ver las redes sociales, duele ver a la gente saltándose las distancias de seguridad, viajando a otras comunidades cuando están prohibidos los desplazamientos, reuniéndose en fiestas cuando es peligro, como si esto no fuera con ellos y estuvieran por encima de todo el sufrimiento,  riéndose como si todo hubiera acabado, y luego, se rasgaran las vestiduras contra todos los demás cuando el infierno se nos presente de nuevo. La gente es egoísta, muy egoísta, no se dan cuenta hasta que ellos no pierden, hasta que ellos no sufren, hasta que ellos no caen.

Así que, así estamos, la ley de Murphy, si algo puede salir mal, saldrá mal...
Una pandemia mundial, el país paralizado, la gente con mascarillas, lavándose compulsivamente las manos, sin poder ver a nuestras familias, sin poder dar abrazos ni saludos...parece una distopia, o más bien, una pesadilla.


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